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Dec 02, 2022

Tu eliges en qué creer.

 

El boicot como detonador del ciclo que me impide llegar a consolidar mi camino. El rechazo a la estabilidad, la plenitud, la felicidad, la calma. Mi impulso a destruir para volver a construirme, y al reconstruirme, volver a encontrar mi valor. Como si la vida sin lucha no fuera vida. Como si el conflicto fuera parte natural de mi existencia y sin él una parte de mi identidad se desploma.

 

Mi identidad, el apego al traje que construí para navegar el conflicto entre mi autenticidad y ser aceptado por los que me rodean. El vínculo condicionado de papá, mamá y los demás. La identidad que me promete amor al alejarme de mí mismo. Y cuya promesa parece abrir la brecha entre más me esfuerzo por ser eso que valoran los demás. Descubro entonces que la paradoja entre ser yo mismo y ser amado no existe. O al menos, vale la pena transitar el camino de la reconciliación.

 

El camino inicia por in-corporarme. Habitar mi cuerpo y mi presencia. Observar que no estoy determinado por nada, ni mis creencias ni mis reacciones. A veces logro discernir, otras me caigo en el viejo patrón, pero comprendo que es parte del proceso. Y al estar cada vez más en mi cuerpo mi espíritu enaltece su lenguaje: La intuición. Lo que sé que sé pero no sé. Mi sabiduría más pura. Mi sistema de semáforos más preciso y al mismo tiempo más olvidado o confundido por una mente protagónica que insiste en defender la identidad.

 

Y cuando reconozco mi intuición decido, discierno, que es decidir en libertad. Y cuando discierno entonces soy capaz de aceptar y poner límites. Ambos, de los actos de amor propio más grandes y poderosos. Reconozco de donde vengo, acepto mi dolor y mis circunstancias, pero las integro, los limites definen el perímetro de mi camino. A mayores límites, más amplia será la superficie en la que me puedo transformar.

 

¿Sí ya todo empieza a estar tan claro, de donde surge el miedo? 

El miedo. Patológico y motivador. El que te congela y el que te impulsa. El gran muro divisor entre los héroes y los villanos. Entre la plenitud y el victimismo. Entre frenar y acelerar.

 

El miedo mayor es el miedo a no trascender. Pero justamente, detrás del obstáculo del miedo, está la trascendencia. 

 

Sirve entonces, ¿En qué me quiero convertir? Y comprender que esta pregunta está directamente ligada a otra muy similar ¿Cómo me quiero convertir? ¿En presa del miedo o en trascendencia? Sirve visualizar el futuro, anclar los pasos siguientes con un enorme sentido de auto compromiso, o dicho de otra forma, disciplina, que es ser discípulo de uno mismo. 

 

Y cambio la narrativa. No se trata de mi y ser aceptado por el mundo. Es reconocer el enorme pecado que significa privar al mundo de mi desarrollo. Evitar ser mi destino es una tragedia universal, para mi,  y también para los demás. Anclo mi intención en el servicio y confío en mi integridad. CONFÍO EN MI INTEGRIDAD. Confío que lo que sea que vine a hacer es para convertirme en una pieza completa, plena, llena de potenciales y con la capacidad de transformar a los demás y mi entorno. 

 

Alejate de ti. Obsérvate a diez mil pies de altura. No eres casi nada. En millones de años de evolución nuestra existencia será un estornudo. Intrascendente. Pero vital. Vital reconocer que el tiempo y la atención son nuestras únicas dos herramientas para salir de la idea de ser nada para convertirnos en parte del todo. Porque todo es nuestro hogar. Todo. Todos. Las galaxias y el cosmos, y cada celular de tu cuerpo. Y mis vecinos, y tus hijos, y mis clientes y los políticos que desprecias y los artistas que amamos. Todo es nuestro hogar. Los animales y las plantas. Las risas o tus dramas. Todo construye mi hogar. Y soy al mismo tiempo el anfitrión y un visitante. Actúa como ambas. 

 

Finalmente, cuando soy consciente de que mi identidad y sus apegos me alejan de mi autenticidad, cuando reconozco que mi capacidad destructiva tiene una ganancia oculta y logro desarticularla, y me in-corporo, y confío en mi intuición, y reconzco al miedo como un aliado y los limites como mi aplanadora para avanzar a mi destino, que no es mío sino del universo y me despego pero construyo todos los días sobre él, y suelto todo y tomo todo como parte de esta paradoja donde soy unidad y totalidad, recuerdo que puedo creer en todo esto, o creer en algo más. Creer en mi corazón o creer en las historias que me proyecta la mente y el miedo. Siempre puedo elegir en qué creer. Siempre. Pero mi creación será el resultado de esa elección.

 

¿En qué eliges creer?