Productividad es (puede ser) Paz

Mar 22, 2022

Uno de los cuentos más comunes que nos hemos comprado en la actualidad es que para ser productivo tengo que estar a mil. Tengo que trabajar más que los demás, estar expuesta a altos niveles de estrés y, casi de manera inevitable, tener un desequilibrio entre los aspectos valiosos de la vida, como la familia, mi tiempo de esparcimiento o mi vida social.

Está tan implantada esta creencia que no es extraño que cuando necesito un descanso, llámese una breve siesta de media tarde, una semana de vacaciones o simplemente dormir de más una mañana libre de compromisos, la culpa emerja, el juicio interno se active y comience a torturar con mi mediocridad, mi falta de compromiso o incluso mi baja resiliencia.

La realidad es que la paz y la productividad pueden ir de la mano. ¿Te imaginas despertar y pasar varias horas en calma, sin agobios ni preocupaciones? ¿Te imaginas tomando una tarde libre cada "X" tiempo, o dedicarle algo de tu tiempo a aprender algo que te apasione? La respuesta seguramente es un "sí, pero..." y el pero va a acompañado de un "la responsabilidad que tengo..." "mi posición me demanda..." "El negocio necesita de mi presencia para..." "Tengo que estar ahí para mis clientes..." o un simple y llano "no tengo tiempo". Quizás sería más justo decir, me es difícil tomar las decisiones que me harían tener el tiempo. O más honesto aún, me da miedo tener el tiempo.

Las razones son reales, pero la emoción detrás nada tiene que ver con la realidad. La preocupación, la angustia permanente por la posibilidad de un escenario catastrófico en el futuro no es más que una respuesta emocional (no racional) que tiene origen en nuestro pasado, en nuestra infancia, en nuestras heridas primarias y los traumas de desarrollo -como los llamaría Gabor Maté- que no hemos procesado.

En este sentido, no importa cuán exitosa seas, la sensación de insatisfacción seguirá ahí, el miedo a perderlo todo y a no poder responder a las necesidades básicas de mi familia, seguirán presentes (y paradójicamente hasta más grandes, mientras mayor sea mi responsabilidad o patrimonio). No sería extraño que sigas viviendo una realidad donde la calma, la tranquilidad, o la paz se encuentran siempre en el futuro, detrás de una nueva cumbre que aparece cuando pensaste que ya iba a comenzar el descenso.

En pocas palabras, nunca, así como se escucha, nunca estarás tranquilo mientras pienses que la tranquilidad la vas a encontrar en algo ajeno a ti. ¿Cómo puedo entonces moverme de la preocupación permanente con excepciones de tranquilidad, a un estado de tranquilidad donde las excepciones sean los momentos de estrés y tensión?


El camino inicia por reconocer la naturaleza de la herida, y con la voluntad de trabajarla. Saber que lo que detona mi intranquilidad no es el futuro o el presente sino situaciones en el pasado lejano, de la que quizás no tenga un recuerdo específico, pero que selló la sensación de miedo, de carencia, de inseguridad.

Después, reconocer que mi identidad se formó para ayudarme a sobrevivir y evitar revivir estas emociones. Quizás desarrollé una personalidad demasiado exigente conmigo mismo para poder intentar lograr el reconocimiento que no obtuve. Quizás una parte de mi ha anhelado el éxito económico  debido al dolor que ocasionaron mis carencias. Quizás me convertí en una enojona para poder obtener con mi agresividad, el respeto de los demás.

La tragedia es vivir en la contradicción de saber que aquello que me provocó la herida, y que me motivó a ser quien soy, nunca será satisfecho. Mientras menos consciente sea de eso, mayor será mi limitación, mi constricción hacia el mismo tipo de experiencias, las mismas reacciones, el mismo estado de ánimo predecible e inflexible como las soluciones y los miedos que me acechan. A mayor miedo por perder mi libertad en el futuro a raíz de mi carencia económica, menor será mi libertad en el presente.

 

Sirve entonces reconocer que el mundo es un reflejo de mis creencias, y que éstas se formaron con marcas emocionales de mi pasado. Esto me permite atestiguar que mi experiencia es lo único verdadero (y también de lo único que tengo realmente el control), y así comenzar a cuestionar si el miedo, la preocupación y la inseguridad corresponden a una realidad objetiva o son el producto de mis filtros.

Trabajar con plantas maestras es hoy uno mecanismo poderoso para detonar y profundizar este proceso de cuestionamiento e introspección. Nos permiten entrar a los espacios cubiertos de las emociones dolorosas y a reconocer y resignificar los momentos en donde las creencias más profundas se instauraron en nuestra programación interna.

Así que, en mi opinión, ser productivo y vivir en paz son dos realidades que pueden coexistir y que incluso se retroalimentan. La paz es una fuente de presencia y la presencia es una condición necesaria para experimentar la tranquilidad como estado permanente. Y trabajar en presencia, con la mente, el cuerpo y el corazón conectado en lo que hago, en volcar mi propósito en mis grandes y pequeñas decisiones, en convertirme en mi mejor versión a través de interacciones virtuosas y un liderazgo amable y eficaz, es una manera muy poderosa de lograr altos niveles de desempeño.

Y quizás lo más importante, desenmascarar la mentira que me mantiene en el mismo estado aflictivo: Si cambia mi preocupación, si estoy más tranquilo, soy más amable, me procuro más o me tomo tiempo para otras cosas, mi desempeño se verá afectado y mis miedos de carencia se materializarán. Nada más falso. 

El próximo 25 de abril da inicio nuestro programa Shine Inside donde acompañaremos a un grupo reducido en un profundo proceso de introspección y consciencia. Si te interesa da click aquí para registrarte.